Parque Regional del Sureste: una guía de ruta completa

José María
José María

A media hora de la capital existe un oasis de biodiversidad muy conocido entre los madrileños por su cercanía y las oportunidades de ocio que ofrece- y que queda al margen de la ajetreada vida en la ciudad. El Parque Regional del Sureste, destino de ciclistas y apasionados de otras actividades al aire libre, puede presumir de acoger una de las más bonitas y diversas poblaciones de avifauna de toda la Comunidad de Madrid. El gran atractivo que sienten las aves hacia este lugar se debe a la variedad de hábitats y ecosistemas, en su gran mayoría acuáticos.

Este “rincón” de más de 30.000 hectáreas fue, en su día, un lugar completamente alterado por la actividad humana, concretamente la extracción de áridos. Sin embargo, el abandono de las graveras y el paso del tiempo provocaron que las aguas del río Manzanares y del Jarama pronto encharcaran este lugar que hoy luce un aspecto completamente diferente y es el hogar de especies tan hermosas como la garza imperial.

Parque Regional del Sureste: ¿Por dónde empezar?

Obviamente es prácticamente imposible visitar el Parque Regional por completo en tan solo un día, pero se puede recorrer gran parte de los enclaves más interesantes desde un punto de vista ornitológico.

Para empezar hay que elegir las mejores fechas.  

Las aves son conocidas por sus fantásticos e impresionantes viajes migratorios que realizan para huir del frío o llegar a sus zonas de cría. Conociendo esto se puede decir que los meses de marzo y abril, cuando el movimiento de aves deja ver algunas invernantes y otras estivales, son los mejores para conocer de cerca la vida alada del sureste madrileño, aunque febrero y mayo también pueden sorprendernos. Son meses donde las aves empiezan a activarse, a buscar pareja y las temperaturas son agradables.

Un buen punto de inicio para el observador de aves es Velilla de San Antonio. Por esta localidad madrileña pasa el río Jarama y en sus alrededores existe un pequeño complejo lagunar resultado de la actividad extractiva y que hoy es parada obligatoria dentro del parque.  

La ruta comienza junto a una fábrica dentro de Velilla y va recorriendo las lagunas mientras el bosque de ribera nos acompaña a lo largo del camino. La superficie arbórea alberga un tímido grupo de aves conocidas como pájaros carpinteros. El resonar de la madera hace que el pico picapinos o el pito real delaten su presencia y nos dejen disfrutar de sus colores. Volviendo la mirada hacia las lagunas, no pasará desapercibido entre la vegetación de la orilla el torpe pero escurridizo calamón común, un ave con un plumaje azul muy bonito en el que destaca su llamativo pico color carmín. Más y más acuáticas, como el zampullín común, el cormorán grande, la garza real o la focha común alegran un ecosistema que todavía trata de recuperarse.

La siguiente parada se encuentra aguas abajo, en Rivas Vaciamadrid, justo donde los ríos Manzanares y Jarama se juntan. Al tomar la M-208 que lleva hasta allí existe otra pequeña laguna justo a la altura de la primera rotonda de esa misma carretera, se llama Miralrrío. En ella algunas garcetas, garcillas y el precioso avetorillo se pueden ver junto a numerosas anátidas como la cuchara común. En primavera, golondrinas comunes, aviones zapadores y aviones comunes se dan un festín de insectos que en ocasiones puede molestar al observador, por lo que se recomienda el uso de anti-mosquitos.

En definitiva, en esta parte del Parque Regional encontrarás muchas aves similares a las que podrías observar en una jornada de avistamiento de aves en Doñana.

El agua, otra vez protagonista

En Rivas, tomaremos la salida 19 de la A3 para coger una pista de tierra que nos conducirá hasta el famoso Soto de las Juntas, donde Manzanares y Jarama pasan a ser un solo río.  

Este enigmático lugar destaca por su combinación de hábitats. En las orillas del río los grandes chopos hacen sombra al cauce del río que baja con fuerza, mientras que los alrededores quedan adornados con el bosque de taray, una especie típica de ecosistemas acuáticos. Por encima de los chopos se dejan ver los enormes cortados en los que habita el halcón peregrino, una rapaz pequeña pero elegante que cada vez ve sus poblaciones más y más diezmadas.  

Entre tanto aparece de la nada una pequeña construcción de madera, un observatorio que permite visualizar la lámina de agua. En ella se puede ver uno de los espectáculos más bonitos del mundo de las aves, el cortejo de los somormujos. Al llegar la época de celo, estas aves buceadoras decoran su plumaje con extravagantes plumas ornamentales que les confieren tanto a hembras como a machos un aspecto mucho más elegante. Es el traje perfecto para un baile en el que la sincronización puede significar encontrar una pareja con la que criar.

Unos parientes cercanos de los somormujos pero algo más pequeños son los zampullines cuellinegros, que se pueden ver desde los observatorios con relativa facilidad, aunque son mucho menos abundantes que las enormes cigüeñas blancas que sobrevuelan constantemente el parque. La presencia de estas conocidas aves se debe a que han construido sus nidos a lo largo de toda la red de tendidos eléctricos del parque e incluso en las antenas de radio, donde se pueden ver en algunos puntos más de 10 nidos juntos. Toda una colonia de cigüeñas que se alimentan tristemente en los vertederos más cercanos.  

Volviendo hacia Rivas, se encuentra la Laguna del Campillo, lugar ideal para hacer un alto en el camino y almorzar mientras se observa la invernada de gaviotas sombrías y reidoras y se echa un vistazo a los cortados que recorren la orilla norte de la laguna, donde se pueden ver algunos córvidos como grajilla occidental o chova piquirroja. En este lugar con merenderos seguro que la comida sienta mucho mejor.

Continuamos río abajo

Siguiendo una vez más el curso del río, esta vez por la M-506, se llega a San Martín de la Vega situado en una de las vegas más fértiles de la Comunidad de Madrid. La mayoría de sus cultivos son de riego o de inundación, lo que demanda un sistema de canales y acequias que conduzcan el agua hasta los cultivos. Como producto de dicha actividad agrícola existe una pequeña reserva ornitológica llamada Los Albardales que consiste en una pequeña laguna temporal a la que llegan un montón de aves cuando los cultivos provocan su inundación.

Las orillas de la laguna, cubiertas por vegetación típica de humedales (carrizos y cañas) son el refugio para muchas aves, algunas de pequeño tamaño, como el cetia ruiseñor que le pone banda sonora a la reserva y otras algo más grandes como la gallineta común o la garcilla bueyera. A pesar de todo esto, los Albardales destacan por albergar una pequeña población de aves limícolas en las partes donde la lámina de agua apenas cubre unos centímetros. Allí, agachadizas, chorlitejos y andarríos aprovechan para alimentarse de los pocos invertebrados que los insecticidas de hoy en día dejan con vida.

Hay que tener en cuenta que esta reserva dentro del Parque Regional, no siempre tiene agua y depende mucho de los agricultores, si ellos deciden regar unas semanas antes o unas después, el agua tardará más o menos en inundar la laguna.

El pequeño tamaño de la reserva y su facilidad para recorrerla dan al visitante algo de tiempo para recorrer en coche o andando otra zona de graveras abandonadas y cultivos de inundación. De camino a Ciempozuelos se extiende el Soto Gutiérrez, un pequeño escondite de paisajes agrarios que pasa desapercibido pero donde en los meses previos a la primavera se pueden ver grandes concentraciones de avefrías y otras limícolas.  

Estas dos paradas no llevan mucho tiempo, pues se pueden recorrer en coche y están relativamente cerca una de la otra, aunque habrá que darse prisa antes de que se vaya haciendo de noche.

Última parada, el carrizal

Continuando hacia el sur pero desviándonos hacia Chinchón y abandonando la orilla del Jarama, nos encontraremos un lugar maravilloso para pasar el resto de la tarde e incluso ver el anochecer.  

En una desviación de la M-404 sale una pista de tierra que lleva al Refugio de Fauna de la Laguna de San Juan, en el término municipal de Chinchón. Este pequeño espacio protegido dentro del Parque Regional del Sureste se caracteriza por la densidad de su vegetación palustre. El carrizo ha adquirido tal volumen que son muchas las aves que crían en el laberinto de cañas.

El oído en este enclave es la principal herramienta para detectar a las especies. Muchas de ellas, como el carricero común o el carricero tordal, se esconden entre la vegetación aprovechando el color de su plumaje y únicamente se les detecta cuando cantan. Son especies que oirás pero que no verás. Otro ejemplo de este tipo de aves es la buscarla unicolor, un pajarito de color marrón, muy parecido al color del carrizo, que se esconde aprovechando su camuflaje pero que delata su presencia con su inconfundible canto.

Aunque parezca un poco complicado cerrar los ojos y tratar de diferenciar los cantos de las aves, es cuestión de tiempo que empecemos a identificar una u otra especie cuando tengamos algo de práctica.

La Laguna de San Juan no es solo oído, los impresionantes vuelos de los aguiluchos laguneros llegando al carrizal para pasar la noche son un auténtico espectáculo y durante los meses de cría cuando están buscando pareja o territorio se pueden ver asombrosas acrobacias que parecen más propias de un avión que de una rapaz.

Cuando parece que se ha acabado la Laguna de San Juan todavía puede sorprendernos más, algún vuelo de la hermosa garza imperial llevando material para el nido puede dejar a cualquiera con la boca abierta. Los roquedos que escoltan a la laguna son también una caja de sorpresas donde se dejan ver collalba negra y roquero solitario, aunque el más sorprendente de todos llega con la última luz del día, el rey de los cortados, el búho real, una impresionante rapaz para cerrar un día perfecto.

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