De Chamonix al imperio del hielo y granito: la mítica ruta Goûter a Mont Blanc

Isaac H. Companyó
Isaac H. Companyó
ruta Goûter Mont Blanc

Everest aparte, el pico por excelencia es el Mont Blanc, emblema del alpinismo en Europa. El alpinismo no es solo cosa de expertos, pero cualquier montañero sabe que, como en otras actividades de aventura, se requiere prudencia y coraje a partes iguales. Además, la subida a la cima del Mont Blanc es una excursión seria, difícil y magnífica. Su belleza es solo comparable a su dificultad.

Hay varias rutas posibles para alcanzar la cima de este coloso. De todas ellas, una de las más frecuentadas es la ruta Goûter, llamada así por pasar por el Dôme du Goûter, un collado de pendiente gradual que visto desde lejos parece contener una cúpula en su interior.

Esta ruta no es la más dura, ni la más técnica, pero sí una de las más espectaculares. Para un montañero hay pocas estampas comparables a contemplar el amanecer desde la cima. Sin embargo, alcanzarla es complejo. En la ascensión hay tres pasos realmente peligrosos. Por esa razón es preciso subir con un compañero de cordada. O, en su defecto, contratar un guía de montaña, una opción menos cara que recomendable.

Nattule te resume los cinco pasos clave para coronar el techo de los Alpes:

1. La aproximación

La cuna del montañismo europeo está en Chamonix, una pequeña localidad francesa situada muy cerca de las fronteras con Suiza e Italia. Para comenzar tu aventura debes coger desde allí el teleférico de Bellevue.

Lo idóneo es salir temprano para tratar de coger el primer viaje de este teleférico de hermosas vistas. El trayecto te permitirá disfrutar de una panorámica en 360° del espectacular paisaje. No en vano se llama Bellavista. La estación de Bellevue está al final del recorrido.

El valle de Mont Lachat © Arkaitz Morales

Una vez en ella, debes coger el tranvía de Mont Blanc. Intenta entrar de los últimos para poder ser de los primeros en salir. Más que nada porque el tranvía suele ir a primera y última hora del día lleno de los alpinistas que van a comenzar la ascensión y por los que regresan tras realizarla. Conviene salir rápido para evitar bloqueos en la estación Mont Lachat, final del trayecto.

Otro factor a tener en cuenta es la altitud. Es importante que te aclimates bien los días previos para que el ascenso después no te pase factura.

Una vez te asegures de que lo tienes todo bajo control, es momento de comenzar la marcha.

Tranvía en Mont Lachat © Arkaitz Morales

2. El desierto de Pierre Ronde

Desde el final del tranvía hasta la cima hay tres refugios: el Nido de Águila, el de Tête Rousse y el de Goûter. En base a tu estado físico, edad y nivel de aclimatación debes planificar tu ruta cuidadosamente. Con todo, la mejor opción es salir temprano para llegar a Goûter el primer día y probar la ascensión a la mañana siguiente.

Al pasar por el Nido de Águila se debe ir dirección este para dar la vuelta a la vertiente más pronunciada que se erige entre este refugio y el Tête Rousse. Es en este lugar donde uno abandona la escasa vegetación de la alta montaña y empieza a entrar al reino de la nieve para no dejarlo hasta su regreso. Ya entiendes por qué le llaman el Monte Blanco.

El camino, si no está cubierto por la nieve, está lleno de piedras y rocas. El paisaje es desolador, lo que explica que el paraje se denomine desierto de Pierre Ronde. Si nieva, no es raro ver que los alpinistas más cautos empiecen a retroceder.

 Inicio del ascenso © Arkaitz Morales

Pasado este primer tramo tendrás que ponerte los crampones para mejorar la adherencia de la pisada. El recorrido aquí está lleno de tramos en zigzag. Una arista ascendente, suave y constante te llevará al refugio de Tête Rousse, a 3.167 metros. Tardarás poco más de 2 horas en llegar allí. Los 800 metros de desnivel no son un gran obstáculo, pero el ascenso se complica si tienes que pelear con fuertes ráfagas de viento o, incluso, con algún temporal de nieve. Considéralo un aviso, la ascensión es compleja.

Conviene beber frecuentemente y tomar algo sólido cada cierto tiempo. Al llegar al Tête Rousse podrás ver por primera vez la hermosa arista llamada Bionnassay. Desde este pequeño saliente uno puede observar la dura subida que aún queda, por eso resulta un buen lugar para valorar las fuerzas y decidir si quedarse en este refugio o atreverse a llegar al siguiente.

Refugio de Tête Rousse y arista de Bionassay © Arkaitz Morales

3. El Gran Corredor

Al salir del Tête Rousse se bordea un pequeño glaciar que lleva el mismo nombre para afrontar la gran pendiente que se muestra a tu derecha, que empieza a enderezarse para remontar un terreno bajo la larga arista que asciende hacia la Aiguille du Dôme.

Esta sección está provista de cable fijo a la roca. El camino es incómodo y estrecho. Hay que recordar que es tramo de ida y vuelta, por lo que hay que dejar espacio para que los que bajan, normalmente a gran velocidad, no te empujen.

Hacia la mitad de la subida tienes que cruzar el Gran Corredor. Este no es más que una inmensa chimenea por la que suelen caer rocas y piedras desprendidas a causa de los alpinistas que se salen del paso. Así que debes tener la máxima concentración. Por supuesto, es obligatorio el uso del casco. Hay que cruzar lo más rápidamente posible sin perder de vista la chimenea. También deberás calcular la velocidad de los alpinistas que tienes delante para no alcanzarlos y quedar expuesto a los desprendimientos sin cobijo.

El Gran Corredor © Arkaitz Morales

Una vez rebasada esta etapa, el camino se empina y estrecha. Es como andar por la espina dorsal de un dinosaurio. La pista aquí está muy desgastada y las rocas son inestables. Debes extremar el cuidado hasta llegar al refugio de Goûter, situado a 3.817 metros de altitud.

Este refugio es un lugar emblemático en la subida al Mont Blanc. En él puedes cruzarte con alguna leyenda del alpinismo o con varias generaciones de guías de montaña. Como todos los refugios de montaña, Goûter cuenta en su interior con fotografías de los buenos tiempos. Aprovecha para cenar bien a fin de reponer fuerzas mientras disfrutas de la belleza de la puesta de sol desde este lugar único.

También es importante que te acuestes temprano, pues tendrás que levantarte de madrugada para continuar la subida. Las literas están situadas en una habitación comunitaria y, aunque los nervios de la subida y, tal vez, los ronquidos de algún alpinista no te ayuden a conciliar el sueño, debes intentar descansar lo máximo posible para afrontar con energía el día siguiente.

El refugio de Goûter © Arkaitz Morales

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4. El Dôme du Goûter

El desayuno lo sirven a las 3 de la madrugada. Al salir a esa hora, la temperatura es extrema y se debe ir provisto de un frontal para alumbrar el sendero de pisadas que te guían hacia la cima. Los crampones son obligatorios para salir del refugio.

En la noche podrás contemplar la hilera de luces bajo las estrellas. Una estampa magnífica. Una vez fuera del refugio se debe trepar hasta el Dôme du Goûter. La pendiente es agotadora y el hecho de treparla de noche no ayuda. Pero todo esto se hace para poder ver la salida del sol desde el punto más alto posible. La pendiente tiene dos o tres parajes que se confunden con la cima, por lo que puede parecer que no llegas a ella nunca, pero no desesperes. Cada vez estás más cerca de tu objetivo.

Una vez atravesado el Dôme du Goûter pasarás por delante del refugio Vallot. Este es un pequeño refugio no vigilado que solo debe usarse en caso de emergencia. A esas horas, el cielo ya empezará a clarear. Puedes hacer aquí una pequeña parada para beber y reposar unos minutos para disfrutar de la excelente vista del Mont Maudit, que queda al oeste.

Vista del Mont Maudit al amanecer © Arkaitz Morales

5. La arista final

Al emprender de nuevo el camino te dirigirás a Les Bosses (Las Jorobas), dos cimas encadenadas la una a la otra. Así que hay que subir la primera y descender de ella para ascender la segunda. En una pared vertical los primeros rayos de sol empezarán a reflejar tu sombra.

Una vez se dejan Les Bosses llega el tramo más expuesto y peligroso de todo el trazado. El serpenteante camino se estrecha aún más y se acerca al precipicio, del que te separan 50 centímetros. Por eso, hay que tener especial cautela. En ese momento cualquier paso en falso tiene consecuencias graves.

Les Bosses © Arkaitz Morales

El camino se estrecha aún más en la arista final entre dos vertientes de entre 1.000 y 1.500 metros de desnivel. Se sigue el orden de ascensión, así los que suben tienen preferencia sobre los que bajan. Por tanto, los segundos deben apartarse lo posible y esperar que los que van ascendiendo superen su posición.

La arista final se alarga hasta convertirse en una línea recta hasta su cumbre. La concentración en este punto debe ser máxima, pues seguramente tus fuerzas estén ya mermadas y tus pasos se vuelvan más lentos.

Ya solo quedan unos últimos metros para alcanzar la cima más famosa de Europa.

A primera hora de la mañana habrás conseguido tu objetivo: la cima del Mont Blanc, cuya belleza es inferior a la de la panorámica que se divisa desde ella.

Últimos pasos hasta la cima © Arkaitz Morales

Si ya te lo has pensado del todo, no te pierdas esta actividad de iniciación al alpinismo en la Sierra de Gredos, donde aprenderás todas las técnicas básicas de esta disciplina.

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El sofá es al viaje lo que la cadena al esclavo. Desde el sofá es fácil escalar el Mont Blanc. El espectador de documentales llega a la cima sin los dedos entumecidos porque en la pantalla el frío siempre lo pasan otros. El adicto al sofá desconoce que el frío de los Alpes es una magnífica opción. Si Nattule te propone que lo escojas es porque sabe que, a diferencia de las hamacas, los témpanos provocan taquicardias.

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